DERRIBAR EL EUROCENTRISMO EN LA EDUCACIÓN

Ruinas de la Universidad de Nalanda, India
Si se examina la educación budista integradora de la India clásica, se constata que ya en los primeros siglos de nuestra era común, los eruditos budistas indios eran conscientes de la importancia y la promesa de la educación multidisciplinar. Operaban bajo la premisa de que los proyectos multidisciplinarios no tienen por qué debilitar las disciplinas individuales, sino que pueden servir de trampolín para los avances disciplinarios fundamentales.

Vesna A. Wallace
Profesora, Universidad de California, Santa Bárbara

Lea el ensayo completo: Nālanda: Educación monástica budista integradora en la India clásica

Una red de instituciones de enseñanza superior interdisciplinaria en la antigua India

Las ciencias y tecnologías contemplativas que surgieron por primera vez en la India se estudiaron y desarrollaron sistemáticamente en una red de universidades que se remonta a la época de Buda y que floreció en la India hasta el siglo XIII de la era común, antes del establecimiento de las primeras universidades en Europa.

En el mundo académico clásico de la India, personificado en la tradición de la Universidad de Nalanda, el estudio interior de la mente se consideraba de suma importancia. Aunque esta tradición desapareció de la India en el siglo XIII, se ha conservado hasta nuestros días en las universidades monásticas del Tíbet.

La relevancia de este sistema de educación para el mundo secular moderno ha sido muy defendida por Su Santidad el Dalái Lama, que es la principal fuente de inspiración y guía para nuestra creación de una red de Centros de Investigación Contemplativa.

Un sistema integral de conocimiento interno y externo

Durante el último milenio, la sociedad tibetana fue única en su enfoque exclusivo en el conocimiento de la mente y sus potenciales. Durante muchos siglos, Tíbet tuvo una media de 6.000 monasterios y universidades monásticas para una población nacional de 6 millones de personas. Todo su sistema educativo priorizaba la eudaimonia sobre la hedonia y la comprensión del mundo interior de la mente sobre el mundo exterior de la materia.

Las raíces de este sistema educativo se remontan a mucho antes. Como Su Santidad el Dalái Lama subraya a menudo, la educación monástica tradicional del budismo tibetano procede de la Universidad india de Nalanda (siglos V-XIII de nuestra era), que destacaba cinco campos de conocimiento: el conocimiento del lenguaje (śabda vidyā), el conocimiento de la lógica (hetu vidyā), el conocimiento de la medicina (cikitsā vidyā), el conocimiento de las bellas artes y la artesanía (śilpa-karma-sthāna vidyā) y el conocimiento interior (adhyātma vidyā). Entre esos cinco, el conocimiento interior de la mente siempre se consideró primordial, y su estudio era racional y experiencial (es decir, contemplativo).

Validación intersubjetiva de las comprensiones

La enseñanza superior en la India precedió a todas las instituciones de este tipo en Europa, como la Universidad de Bolonia (1088), la Universidad de París (hacia 1150) y la Universidad de Oxford (1167). La “tradición de Nalanda” desapareció de la India hace siglos, al ser destruida por las fuerzas turcas dirigidas por Bakhtiyar Khalji a principios del siglo XIII. Pero este énfasis académico en la comprensión de la mente y la consciencia no se limitó a una universidad india.

Según fuentes tibetanas, durante la dinastía Pala (750-1174) destacaron cinco grandes mahaviharas: Vikramashila, la principal universidad de la época; Nalanda, que había pasado ya sus días de gloria, pero aún ilustre, Somapura Mahavihara, Odantapuri y Jagaddala. Los cinco monasterios formaban una red; todos ellos estaban bajo la supervisión del Estado y existía un sistema de coordinación entre ellos. Parece ser que las diferentes sedes de aprendizaje budista que funcionaban en el este de la India bajo los Pala se consideraban conjuntamente como un grupo interrelacionado de instituciones, y era común que los eruditos enriquecieran su comprensión viajando entre monasterios, recibiendo así formación teórica y contemplativa bajo varios maestros que enseñaban en estas diferentes instituciones de aprendizaje superior.

Uno de los ideales de esta formación era convertirse en un pandita que dominara los cinco campos principales del conocimiento. Un segundo ideal era convertirse en un siddha que hubiera adquirido una profunda visión de la naturaleza de la mente y hubiera aprovechado sus más profundos potenciales mediante una práctica contemplativa rigurosa y sostenida.

Y un tercer ideal era convertirse en un bodhisattva que abrazara el voto altruista de alcanzar el perfecto despertar espiritual para ser del mayor beneficio posible para el mundo.

Según sus propios relatos, muchos de los panditas, siddhas y bodhisattvas de la antigua India y, posteriormente, del Tíbet, obtuvieron conocimientos claros y validados intersubjetivamente sobre aspectos fundamentales de la mente y la consciencia, los mismos que siguen siendo un misterio para la ciencia moderna.

Superar las ideas prejuiciosas de “primitivo” y “avanzado”

En total contraste con estos antiguos sistemas educativos de la India y el Tíbet, en los que el conocimiento interno de la mente se consideraba primordial, el estudio experimental y científico de la mente no comenzó en el mundo académico occidental hasta finales del siglo XIX y, desde el auge del conductismo a principios del siglo XX, se ha visto asediado por las limitaciones ideológicas y metodológicas del materialismo. Incluso ahora, muy pocos científicos están dispuestos a considerar la posibilidad de que algunas civilizaciones precientíficas puedan haber descifrado aspectos fundamentales de los potenciales de la mente, su relación con el cuerpo y su papel en la naturaleza, enigmas que, por lo demás, parecen seguir sin resolverse en el mundo moderno.

Muchos científicos y filósofos simplemente asumen que si algún aspecto del mundo natural es un misterio para ellos, lo es para todos. Y punto. Pero ciertamente hay filósofos y contemplativos tibetanos, butaneses, nepalíes e indios vivos hoy en día que están seguros que el problema mente-cuerpo se resolvió hace mucho tiempo, que no hay misterios en torno a la consciencia y que las causas primarias de la angustia mental y el bienestar genuino están transparentemente claras. Por otro lado, muchos aspectos del mundo objetivo científicamente conocidos, como las distancias relativas entre la Tierra y el Sol y la Luna, no estaban nada claros para la intelectualidad tibetana tradicional, por ejemplo. Estaban tan a oscuras sobre muchos aspectos del mundo físico objetivo como la sociedad eurocéntrica lo está sobre el mundo subjetivo de la mente. Esto puede poner de manifiesto para nosotros la relatividad de términos como “avanzado” y “atrasado”, o “primitivo”.

Un nuevo paradigma para la igualdad en la colaboración

Esperamos ansiosamente el día en que los filósofos, científicos y contemplativos que se ven a sí mismos como defensores de las tradiciones de Occidente colaboren en igualdad de condiciones y con respeto mutuo con los contemplativos, científicos y filósofos de Asia y otras culturas autóctonas que fueron marginadas o subyugadas durante las eras colonialistas. Esta es una de las principales motivaciones para la creación de los Centros de Investigación Contemplativa.